Comprendo que en Sevilla un gringo se haga torero, que una mujer se convierta en diosa,
que los aromas se filtren por la piel transformando a un místico en pecador.
Ni la noche se va cuando llega el día, como tampoco él la deja. No existe presente ni futuro, el tiempo llegó para nunca irse.
El calor embruja y se vive igual la muerte que la gota de pasión más erótica, un grito con la fuerza del silencio, llama exquisita.
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